El Libro Infierno - Carlo Frabetti





"Aquí están, por tanto, todos los libros que se proclaman detentores de la verdad, todas las biblias y todos los catecismos... Son aún más que los violentos, como puedes ver. Y más peligrosos."




Frabetti, Carlo. El libro Infierno
Madrid:  Alfaguara, 2002



>> Què en diu la contraportada...
«No me sorprendió que el infierno fuera una biblioteca. Tener acceso a las palabras y no a lo que designan es la más refinada versión del suplicio de Tántalo».
Como Dante, el protagonista de este libro —y con él el perplejo lector— tiene que recorrer nueve círculos infernales correspondientes a otros tantos pecados y penas. Pero en esta biblioteca infierno solo hay un demonio, el bibliotecario, y los condenados son los propios libros.
¿O acaso el único condenado es el perplejo protagonista (y con él el lector), atrapado en un infierno a la medida y enfrentado a un diablo hecho a su imagen y semejanza?
En este libro, que es ingenio, juego y narración, Carlo Frabetti nos propone una reflexión irónica sobre la visión del mundo que subyace a nuestra cultura. Un divertimento lleno de sabiduría y agudeza.

>> Com comença...
Canto Primero

En medio del camino de la vida,
me encontré en una oscura biblioteca,
un abismo con forma de guarida.
”El pecado es la pena del que peca”,
dijo el bibliotecario, un saturnino
diablo de lengua negra y voz reseca.

>> Moments...
(Pàg. 16)
No me sorprendió que el infierno fuera una biblioteca. Subir la piedra de la ignorancia por una montaña de libros, sin alcanzar nunca la cima del conocimiento, es la más refinada versión del suplicio de Sísifo.

(Pàg. 35)
- Quelle connerie, n’est-ce pas? –me susurró al oído una voz reseca como el aire del desierto. Era el bibliotecario.
- Desde luego –asentí.
- Mil ciento diecisiete connerías, para ser exactos: una media de 3,4 por poema –añadió el demonio tras coger el libro de mis manos y examinarlo pasando sus páginas con vertiginosa rapidez-. Comas de más, comas de menos, guiones fuera de lugar, palabras sueltas unidas para convertirlas en compuestas, signos de interrogación añadidos...
- ¿Y por qué no tenéis buenas ediciones? –le pregunté con tono de reproche.
- Las buenas ediciones van al cielo, amigo mío. O, en su defecto, a otros círculos –contestó el plomizo bibliotecario mientras devolvía a su lugar al injuriado Frost-. Y éste es el Noveno Círculo, el último y más profundo, el culo del infierno, si me permites la vulgaridad, el culo del saco...
- ¿El círculo de los traidores?
- Exacto. Editore, traditore...
- ¿No és “traduttore, traditore”?
- También, por supuesto. Pero a los grandes traidores hay que buscarlos sobre todo entre los editores, los gestores culturales y los albaceas literarios.

(Pàg. 42)
- Estamos en el Octavo Círculo, el de los hipócritas, los falsarios, los ladrones y estafadores... Y en el mundo del libro hay una palabra que, aunque no los agota, a todos los concita: plagio.
Este círculo me pareció más interesante, y me puse a curiosear entre los curvos anaqueles. Encontré a un par de directores de la Biblioteca Nacional, algún que otro académico, un Premio Nobel...

(Pàg. 47)
- (...) No tengo por qué estar aquí –le dije tras una pausa sombría-, de modo que te agradeceré que me lleves al siguiente círculo.
- Hay cosas muy interesantes en esta cloaca de la ambición y la miseria humanas. No deberías tener tanta prisa por marcharte.
- El interés no está en las cosas, sino en la mirada del que las contempla –repliqué con fastidio-. No dudo de que las cloacas sean interesantes para ti, pero para mí han dejado de serlo.
- Touché –dijo el demonio con una risita eunucoide-. Pero ¿estás seguro de que no tienes por qué estar aquí?
- Lo estoy.
- Debería llevarte directamente al círculo de los soberbios, si lo hubiere.(...)

(Pàg. 51)
Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi trovai in una scura biblioteca,
e fu abisso la tana d’eremita...

- Bien –palmoteó el demonio-, ahí tienes tu ejemplo futuro (que, por cierto, no es mejor que el mío, que consigue un máximo de intensidad con una mínima alteración del original).
- Si vuelvo a tener ocasión y ganas de escribir, es posible, incluso probable, que escriba un terceto parecido a ése, tal vez ese mismo –admití.
- Ya lo has escrito y editado –dijo el bibliotecario tocándome la frente con su puntiagudo meñique-. Tus neuronas han reconocido en ese terceto, el (a)nuncio, el núcleo de condesación, el catalizador, la semilla de un libro probable, casi seguro, y se han abalanzado sobre él como loas bacantes sobre Orfeo: para despedazarlo ritualmente, desmenuzarlo, devorarlo, digerirlo, extraerle las más oscuras resonancias e implicaciones... Cientos, miles de copias de ese terceto y de sus variantes y cacilaciones circulan ahora mismo por tu corteza cerebral en busca de terrenos fértiles donde florecer y fructificar, donde mutar e hibridarse... Ya lo has escrito. Pasarlo al papel será una mera epifanía, la noticia de una resurrección. Puro trámite.

(Pàg. 53)
- Sabía que superarías la prueba sin dificultad –sonrió el demonio-. Eres tan previsible...

(Pàg. 61)
El libro que sujetaba su resurgida probóscide era El pequeño príncipe.
- Yo diría que es un libro blandengue y nostálgico –comente-, pero no violento.
- ¿No es un acto de violencia administrar un veneno? –preguntó retóricamente el demonio enarcando las cejas.
- Sí, pero...
- La nostalgia es tóxica, y sólo en muy pequeñas dosis resulta tolerable. En dosis altas provoca drásticas diarreas mentales, especialmente nocivas para los niños, cuyas esponjosas almas se deshidratan con más facilidad.

(Pàg. 64)
- (...) Es absurdo, por tanto, darles empalagosas golosinas envenenadas con la hiel de la desesperación. La amargura (una desequilibrada mezcla de nostalgia y blandenguería) es un veneno de acción lenta e imprevisible, cuyos efectos deletéreos pueden manifestarse años después de su ingestión...
La pequeña cerillera, el pequeño príncipe... Dejad al menos que conozcan la pequeña muerte antes de buscar consuelo en el regazo de la grande... Dejad que los niños se acerquen a mí –concluyó el demonio abriendo ecuménicamente los brazos.

(Pàg. 72)
- ¿No es éste el círculo de los herejes?
- Sí. Y puesto que no hay conocimiento más seguro que el de la ignorancia ni más certeza que la de la duda, los libros heréticos no son otros que los dogmáticos. El dogma es la herejía, del mismo modo (y por la misma razón) que la propiedad es el robo. Aquí están, por tanto, todos los libros que se proclaman detentores de la verdad, todas las biblias y todos los catecismos... Son aún más que los violentos, como puedes ver. Y más peligrosos.

(Pàg. 81)
- ¿También los clásicos grecolatinos pueden ir... venir al infierno?
- Con más motivo que otros, puesto que su influencia es mayor. Los clásicos son dignos de estudio, pero no necesariamente de veneración. Uno de los más ilustres huéspedes de este círculo es la Ilíada, sin ir más lejos: un poema que desde su primer verso alardea de ser un canto a la cólera no merece estar en otro sitio.

(Pàg. 88) 
 - Éste es el Cuarto Círculo, el de los avaros y los pródigos –dijo el demonio mientras sus alas se sublimaban y el oscuro vapor se posaba en el suelo para reconvertirse en su sombra.
- Sé de bastantes libros a los que no iría mal el adjetivo “pródigo”, al menos en una de sus acepciones; pero el concepto de libro avaro no me resulta evidente –admití.
- Pues a menudo los pródigos y los avaros son los mismos –dijo el bibliotecario reabsorbiendo su seudocabellera-. Pródigos en palabras, avaros en ideas, así son la mayoría de los libros actuales. La verborragia hueca o puramente repetitiva es el signo de la literatura contemporánea.

(Pàg. 89) 
 - (...) El afán de poseer, causa de todos los males, la obcecada confusión entre tener y ser, es el motor del coleccionismo.
”Pero puesto que la belleza no se deja poseer, sino solo admirar en la escasa medidad en que podéis soportarla y, desdeñosa, rehúsa destruiros, el coleccionista se aferra a los fetiches de la belleza, sus meros soportes materiales, cuyo nulo valor intrínseco se intenta enmascarar con su precio exorbitante (...).”

(Pàg. 96)  
- Éste es el Tercer Círculo, el de los gulosos –dijo el demonio terminando de desincharse con un sordo siseo-. Encontrarás aquí casi todos los libros de cocina...
- ¿Casi todos?
- Por supuesto, ya que casi todos ellos dan prioridad al sentido del gusto sobre el sentido común.

(Pàg. 105)
 - (...) El amor es la lujuria, del mismo modo  (y por la misma razón) que la propiedad es el robo... El apego, el afán de posesión (con su vicio complementario, el afán de pertenencia), es la causa de todos los males, no me cansaré de repetirlo. Y de todos los apegos, el amor es el más excesivo y morboso.
- Supongo que te refieres al amor en el sentido restringido de enamoramiento.
- Sobre todo, pero no exclusivamente. El amor sensu lato también es un material sumamente inflamable. El amor a la patria, sin ir más lejos.
- ¿Dirías que el patriotismo es una forma de lujuria?
- De las peores. Patriotismo y nacionalismo son inseparables, y el nacionalismo es un apetito desordenado de lo carnal simbólico: el objeto del afán de posesión/pertenencia (del amor, en una palabra) del nacionalista es todo un pueblo, con su arbitrario continente físico y su fantasmagórico contenido moral.

(Pàg. 131)
 - (...) éste es el Primer Círculo, el Limbo de los libros no bautizados, es decir, los que no han sido bendecidos por los ojos de los lectores y, por tanto, no han alcanzado la plenitud del ser (esse est esse lectum).
- Supongo que te refieres a los inéditos.
- Obviamente.
- Pero, como mucho –objeté-, el número de los libros inéditos puede ser del orden de las decenas o las centenas de millones...
- Depende. Hay, fundamentalmente, tres tipos (o niveles) de inéditos: los libros escritos pero no publicados, los pensados pero no escritos y los vividos pero no pensados. Y el último tipo, huelga decirlo, es con mucho el más numeroso (...)

(Pàg. 142)
 El infierno era una biblioteca con un solo libro.

(Pàg. 145)
 (...) ¿y qué es el infierno sino el circulo de nuestras obsesiones?

>>Altres n'han dit...
Nosololibros, Dystropia, El País

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Carlo Frabetti, context, Eviternitat, xifres i més xifres, com guanyar al dimoni..., ...també a l'infern dels números.

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