Crónica de una muerte anunciada - Gabriel García Márquez






"Murió sin entender su muerte."





García Márquez, Gabril. Crónica de una muerte anunciada. 
Barcelona: Bruguera, 1985


Col·lecció Narradores de Hoy, 60




è Què en diu la contraportada... 
En el fulgor de un amanecer tropical, luego de una boda como nunca se había visto y de la frustrada visita de un dignatario de la Iglesia, se produce un atroz asesinato. La extraordinaria prosa de García Márquez, más ajustada que nunca, consigue mantener en vilo la atención del lector hasta su magistral desenlace.

è Com comença...
El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.

è Moments...
(Pàg. 41)
"Hombres de mala ley, decía en voz muy baja, animales de mierda que no son capaces de hacer nada que no sean desgracias."

(Pàg. 43) 
Nadie supo nunca a qué vino. A alguien que no resistió la tentación de preguntárselo, un poco antes de la boda, le contestó: "Andaba de pueblo en pueblo buscando con quien casarme." Podía haber sido verdad, pero lo mismo hubiera contestado cualquier otra cosa, pues tenía una manera de hablar que más bien le servía para ocultar que para decir.

(Pàg. 51) 
Los hermanos fueron criados para ser hombres. Ellas habían sido educadas para casarse.

(Pàg. 56) 
Angela Vicario no olvidó nunca el horror de la noche en que sus padres y sus hermanas mayores con sus maridos, reunidos en la sala de la casa, le impusieron la obligación de casarse con un hombre que apenas había visto. Los gemelos se mantuvieron al margen. "Nos pareció que eran vainas de mujeres", me dijo Pablo Vicario. El argumento decisivo de los padres fue que una familia dignificada por la modestia no tenía derecho a desperdiciar aquel premio del destino. Ángela Vicario se atrevió apenas a insinuar el inconveniente de la falta de amor, pero su madre lo demolió con una sola frase:
- También el amor se aprende.

(Pàg. 78) 
-Anda, niña -le dijo temblando de rabia-: dinos quién fue.
Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita para siempre.
- Santiago Nasar -dijo.

(Pàg. 79)  
Irrumpieron jadeando en la Casa Cural, perseguidos de cerca por un grupo de árabes enardecidos, y pusieron los cuchillos con el acero limpio en la mesa del padre Amador. Ambos estaban exhaustos por el trabajo bárbaro de la muerte, y tenían la ropa y los brazos empapados y la cara embadurnada de sudor y de sangre todavía viva, pero el párroco recordaba la rendición como un acto de una gran dignidad.
- Lo matamos a conciencia -dijo Pedro Vicario-, pero somos inocentes.
- Tal vez ante Dios -dijo el padre Amador.
- Ante Dios y ante los hombres -dijo Pablo Vicario-. Fue un asunto de honor.

(Pàg 100) 
(...) le puso el cuchillo en la mano y se lo llevó casi por la fuerza a buscar la honra perdida de su hermana.
- Esto no tiene remedio -le dijo-: es como si ya nos hubiera sucedido.

(Pàg. 105)
Fue ella quien arrasó con la virginidad de mi generación. Nos enseñó mucho más de lo que debíamos aprender, pero nos enseñó sobre todo que ningún lugar de la vida es más triste que una cama vacía.

(Pàg. 134)
Para la inmensa mayoría sólo hubo una víctima: Bayardo San Román. Suponían que los otros protagonistas de la tragedia habían cumplido con dignidad, y hasta con cierta grandeza, la parte de favor que la vida les tenía señalada. Santiago Nasar había expiado la injuria, los hermanos Vicario habían probado su condición de hombres, y la hermana burlada estaba otra vez en posesión de su honor. El único que lo había perdido todo era Bayardo San Román."El pobre Bayardo·, como se le recordó durante años.

(Pàg. 142)
(...) había una mujer de medio luto con antiparras de alambre y canas amarillas, y sobre su cabeza estaba colgada una jaula con un canario que no paraba de cantar. Al verla así, dentro del marco idílico de la ventana, no quise creer que aquella mujer fuera la que yo creía, porque me resistía a admitir que la vida terminara por parecerse tanto a la mala literatura. Pero era ella: Angela Vicario 23 años después del drama.

(Pàg. 150)
Se volvió lúcida, imperiosa, maestra de su albedrío, y volvió a ser virgen sólo para él, y no reconoció otra autoridad que la suya ni más servidumbre que la de su obsesión.

(Pàg. 159)
(...) nunca le pareció legítimo que la vida se sirviera de tantas casualidades prohibidas a la literatura, para que se cumpliera sin tropiezos una muerte tan anunciada.

(Pàg. 162)
Mi impresión personal es que murió sin entender su muerte.


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Comentaris

  1. Tot un clàssic. De les horribles lectures obligatòries de l'institut, aquesta va ser de les menys horribles.

    ResponElimina
  2. Sí, hom hauria de revisar la pertinència i l'actualitat del que es fa llegir als centres escolars.
    De totes maneres és una experiència tornar a llegir voluntàriament els llibres que un dia un mestre rovellat et va obligar a llegir. El llibre el veus completament diferent, i els records del mestre i dels companys de classe et tornen en el moment més insospitat. I tot enriqueix.

    Salut!

    ResponElimina

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