Correr - Jean Echenoz




"Nunca, nunca nada como los demás, y eso que es un tipo como todo el mundo."



Echenoz, Jean. Correr.
Barcelona: Anagrama, 2010

Courir. Traducció de Javier Albiñana.
Col·lecció Panorama de narrativas, 759  i


è Què en diu la contraportada... 
En los Juegos Interaliados de Berlín, en 1946, al ver detrás del cartel de Checoslovaquia a un solo atleta desmañado, todo el mundo se ríe. Y cuando ese atleta, que no se ha percatado de que lo convocan para participar en su prueba, atraviesa el estadio como un loco gritando y agitando los brazos, los periodistas sacan veloces sus libretas. Pero después, cuando en los cinco mil metros y ya con una vuelta de ventaja acelera sin parar y cruza la meta en solitario, los ochenta mil espectadores estallan en un clamor.
El nombre de ese muchachote rubio que siempre sonríe no lo olvidarán nunca: Emil Zátopek. Su aire dócil y amable es una trampa: desde que descubrió que correr le gusta, ya nadie ha podido pararlo. El hecho es que siempre quiere saber hasta dónde se puede apurar. El estilo no importa: corre como un excavador, la cara deformada por un rictus, sin aspirar a la elegancia. Es simplemente un motor excepcional sobre el que se han olvidado de montar la carrocería.
En pocos años y dos Olimpiadas, Emil se convierte en invencible. Nadie puede pararlo: ni siquiera el régimen checoslovaco, que en vano lo espía, limita sus traslados y distorsiona sus declaraciones. Emil corre, corre siempre. Corre contra su decadencia, y sonríe. Incluso en las minas de uranio adonde lo destierran porque ha apoyado a Dubcek, y también mientras sigue con breves zancadas el camión que recoge la basura de Praga. Ni siquiera Moscú puede pararlo.
Como una película proyectada a cámara rápida, la nueva novela de Echenoz atraviesa cuarenta años de un destino excepcional y sin embargo misteriosamente parecido al nuestro, sobrevuela los golpes de mar en la Historia, nos apasiona y nos conmueve. Y nos regala una escritura extremadamente limpia, encrespada de esa impagable ironía que para Echenoz es sólo un pudoroso afecto.


è Com comença...
Los alemanes han entrado en Moravia. Han llegado a caballo, en moto, en coche, en camión, pero también en calesa, seguidos de unidades de infantería y de columnas de avituallamiento, más algunos vehículos semioruga, poca cosa más. Aún no ha llegado  el momento de ver los enormes panzers Tiger y Panther conducidos por tanquistas con uniforme negro, que será un color sumamente práctivo para disimular las manchas de aceite.

è Moments...
(Pàg. 49)
Hay corredores que parecen volar, otros bailar, otros desfilar, otros parecen avanzar como sentados sobre las piernas. Algunos dan tan sólo la impresión de ir lo más rápido posible a donde acaban de llamarlos. Emil, nada de todo eso.

(Pàg. 50) 
Mientras corre parece un boxeador luchando contra su sombra, por lo que todo su cuerpo se asemeja a un mecanismo descompuesto, dislocado, doloroso, salvo la armonía de sus piernas, que muerden y mastican la pista con voracidad. En suma, no hace nada como los demás.

(Pàg. 53) 
Nunca, nunca nada como los demás, y eso que es un tipo como todo el mundo.

(Pàg. 68) 
Praga, donde, en esos años, todo el mundo tiene miedo, todo el tiempo, de todo el mundo y de todo, en todas partes.

(Pàg. 85) 
Emil, dirán sus denigradores, ni siquiera ha ganado la maratón: se ha limitado a realizar una de sus viejas sesiones de entrenamiento. Ese hombre contorsionado, imagen del dolor, ha transformado en paseo la lid del drama, del sufrimiento supremo. Se ha burlado de ella: el agotamiento del soldado desmoronándose en la meta del deber cumplido, el sudor y las lágrimas, la camilla y los enfermeros, la angustia y sus accesorios, todo eso para él son bagatelas. Se equivocan, los denigradores. Emil acaba de vivir exactamente el mismo martirio que los demás pero no deja que ello se trasluzca, es discreto, por más que su sonrisa, en el momento de cruzar la meta, sea la de un resucitado.

(Pàg. 90)  
Emil se pasa de la raya. Gana demasiadas veces. La gente acabará no extrañándose de sus victorias o, lo que es peor, sólo se extrañará cuando no gane. Incluso da la impresión de que la prensa deportiva está preparando el terreno: dentro de unos años, vaticina, Emil no será más que un recuerdo. Tal es la ley del deporte, suspira. Se diría que están esperando ya quitárselo de encima.

(Pàg 91) 
El apellido Zátopek, que no era sino un extraño nombre, comienza a restallar universalmente con sus tres sílabas ligeras y mecánicas, despiadado vals de tres tiempos, ruido de galope, zumbido de turbina, repiqueteo de bielas o de válvulas acompasado por la k final, precedido por la z inicial que ya corre mucho: hace no zzz y todo corre mucho, como si esa consonante fuera un juez de salida. Por otro lado, esa máquina está lubricada con un nombre fluido: la lata de aceite Emil engrasa el motor Zátopek.

(Pàg. 98)
Entretanto se ha convertido en el hombre a quine resulta obligado derrotar, la referencia absoluta, el patrón oro de la carrera de fondo. Cabe incluso preguntase, se interrogan muy seriamente los cronistas, si no comete un grave error psicológico batiendo los récords del mundo a un ritmo insostenible. Porque vamos, refunfuñan, tarde o temprano llegará un día en que la sorpresa dé paso a la curiosidad educada, la curiosidad a la indiferencia, y al final un día en que lo extraordinario se convierta en cotidiano, con lo cual dejará de ser extraordinario. La gente sólo se sorprenderá ya cuando Emil pierda.

(Pàg. 107)
Su curiosidad le mueve aun así a visitar el zoo de Berna, donde disfruta por fin viendo monos, especie a quien todavía no se otorga permiso de residencia en Checoslovaquia. Pero los monos parecen malos, atormentados, amargados, perpetuamente ofendidos, resentidos por haber dejado escapar la humanidad por un pelín.

(Pàg. 111)
Los camaradas aclaman a Emil instándole a que pronuncie unas palabras en el podio. Estoy contento, declara Emil, pero siento que un joven no me haya vencido. Los jóvenes aman más que yo la victoria. Yo tengo treinta y tres años, no tengo la misma voluntad de vencer, y sólo corro ya por el placer de correr. Gracias a todos. Recibe una ovación. Qué gran tipo, piensa la gente, Dios, qué gran tipo.

è Altres n'han dit...
Libros en estéreo, Leo cuanto puedoRevista de Letras, Los ojos de Caín, Meriendalibros.

è Enllaços:
Jean Echenoz, l'autor mateix, sobre el llibre, l'heroisme quotidià, sobre la solitud, sobre el ritme, sobre la síntesis, sobre la manipulació política de l'esportel to d'EchenozZátopek, córrer contra tot.

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