Carpe diem - Saul Bellow





"¡La pasta! De eso se trataba. La vocación del mundo. Si pudiera encontrar el modo de salir de eso..."



Bellow. Saul. Carpe diem.
Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2015

Seize the Day. Traducció de Benito Gómez
Col·lecció Incís, 1



 Què en diu la contraportada...
Carpe diem. Vive el momento. Sumérgete en el aquí y el ahora. Esas frases salidas de la boca del extravagante doctor Tamkin como un dudoso elixir milagroso rebotan contra los tímpanos de Wilhelm, un hombre acosado por varios frentes: actor fracasado, danza al son de las exigencias de su ex mujer y sus dos hijos, despreciado por la empresa que le despidió en lugar de otorgarle el ascenso prometido y ninguneado por la soberbia y frialdad de su propio padre. Pero la esperanza es lo último que se pierde, y ahora ésta se ha encarnado en setecientos dólares, los únicos que tiene, y que ha invertido en acciones de manteca de cerdo. Instigado por Tamkin, ese psicólogo huidizo reconvertido en corredor de Bolsa que escupe extrañas frases filosóficas, Wilhelm decide jugárselo todo a una sola carta. Y todo quiere decir su equilibrio emocional, su vida afectiva, laboral y espiritual que se tambalea en la cuerda floja como un torpe acróbata que sabe que, tarde o temprano, acabará cayendo al vacío… Ridículo, solo, asfixiado por la vida, poco a poco, los restos de entereza de Wilhelm se caen a pedazos pequeños, difícilmente aprovechables para una reconstrucción.

La narración envolvente de Carpe diem, su mordaz sentido del humor, la descripción minuciosa de la geografía interior –y exterior– de los personajes que habitan esta novela y el talento para analizar el comportamiento humano demuestran por qué Saul Bellow fue uno de los narradores más lúcidos del siglo xx..

 Com comença...
A la hora de ocultar sus problemas, Tommy Wilhelm era tan capaz como cualquiera. Al menos eso pensaba, y le sobraban argumentos para demostrarlo. En tiempos había sido actor –bueno, figurante, más bien- y sabía lo que era hacer comedia. Además, iba fumando un puro, y cuando uno fuma puros y lleva sombrero, juega con ventaja: es más difícil adivinar lo que siente.

 Moments...
(Pàg. 53)
¿(...) también él era, en el fondo de su alma, un verdadero cínico? Mucha gente lo era hoy en día. Nadie parecía contento, y a Wilhelm lo horrorizaba especialmente el cinismo de la gente afortunada. El cinismo era el pan de cada día de todo el mundo. Y la ironía también. Tal vez no había remedio. Y hasta quizá fuera necesario. A Wilhelm, sin embargo, le daba mucho miedo. Si al acabar el día se encontraba alguna vez más cansado que de costumbre, lo achacaba al cinismo. Demasiado ajetreo por todas partes. Demasiada falsedad. Empleaba diversos términos para expresar el efecto que le producía todo eso.”¡Bandidos! ¡Cerdos! ¡Hipócritas! –exclamaba para sus adentros-. ¡Qué competencia tan feroz! ¡Vaya tejemanejes! ¡Criminales! ¡Tramposos! ¡Canallas!”

(Pàg. 66) 
- Oh, Dios –rezó Wilhelm-. Sácame de apuros. Líbrame de preocupaciones, y ayúdame a hacer algo en la vida. Lamento mucho haber desperdiciado el tiempo. Déjame salir de este embrollo y dame una vida diferente. Porque estoy completamente jodido. Ten misericordia.

(Pàg. 80)
¡Cuánto les gusta el dinero!, pensó Wilhelm. ¡Adoran el dinero! ¡Sagrado dinero! ¡Maravilloso dinero! Las cosas se estaban poniendo de modo que la gente se volvía imbécil en todo menos en cuestiones de dinero. Y el que no tenía, era un pelele. ¡Un pelele! Que debía pedir perdón y desaparecer de la faz de la tierra. ¡La pasta! De eso se trataba. La vocación del mundo. Si pudiera encontrar el modo de salir de eso...

(Pàg. 84) 
A todo el mundo le gusta mantener conversaciones personales, pero los listos no sueltan prenda, solamente los tontos.

(Pàg. 98) 
- (...) Un marido como yo es un esclavo con una argolla al cuello. Las autoridades eclesiásticas van a Albany y supervisan las leyes. No quieren el divorcio. El tribunal dice: “¿Quieres ser libre? Pues trabaja el doble: ¡el doble, por lo menos! ¡Trabaja, vago¡. Y luego hay individuos que se matan unos a otros por la pasta, y pueden librarse de una mujer que los odia, pero a cambio de venderse a la empresa donde trabajan. Y como la empresa sabe que la gente no tiene mas remedio que ganarse el sueldo, se aprovecha bien de ella. No me hables de libertad. Un rico puede ser libre con unos ingresos limpios de un millón de dólares. Un pobre puede ser libre porque a nadie le importa lo que haga. Pero quien esté en mi situación tiene que sudarlo hasta caerse muerto.

(Pàg.122) 
- (...) A la gente se le olvida lo sensacionales que son las cosas que hace. No las toman en consideración. Todo se funde en el trasfondo de su vida cotidiana.

(Pàg. 127)
(...) No es momento de entrar en detalles, pero ese dinero me hizo sentirme culpable. Capital y Crimen empiezan con C. Cálculo. Corrupción.

(Pâg. 129)
- (...) “¿Qué eres?” Nada. Ésa es la respuesta. Nada. En lo más profundo de tu ser...¡nada! Y claro, eso resulta difícil de aceptar y entonces uno quiere ser Algo, y lo intenta. Pero en vez de ser realmente ese Algo, el hombre, en cambio, engaña a todo el mundo. No se puede ser tan severo consigo mismo. Se ama un poco. Se tiene un perro -¡Tijeras!-, o se da dinero a alguna organización benéfica. Pero eso no es amor, ¿verdad? ¿Qué es? Egoísmo, pura y simplemente. Es un modo de amar el alma falsa. Vanidad. Sólo vanidad, eso es. Y conveniencia social.  El interés del alma falsa se identifica con el interés de la vida social, con el mecanismo de la sociedad. Ésa es la principal tragedia de la vida humana. ¡Ah, es terrible! ¡Horroroso! Nadie es libre. Quien nos traiciona, quien nos vende, está dentro de nosotros. Hay que obedecerlo como esclavos. Nos hace trabajar como bestias. Y ¿para qué? ¿Para quién?

(Pàg. 147)
Aun entonces, había que tener suerte para hacerse entender. Y siempre ocurría lo mismo con todos los que uno se encontraba. Había que traducir y traducir, explicar y explicar, una y otra vez, y era un puro infierno el no entender, no ser comprendido, no distinguir a los locos de los cuerdos, los juiciosos de los tontos, los jóvenes de los viejos y los enfermos de los sanos. Los padres no eran padres ni los hijos eran hijos. De día uno no tenía más remedio que hablar consigo mismo y de noche había que razonar a solas. ¿Acaso había alguien con quien hablar en una ciudad como Nueva York?

(Pàg. 177)
Se abrió camino pesadamente a través del tráfico, y con sus pasos cortos y rápidos, subió la escalera de entrada del hotel Gloriana, con sus espejos oscuros, tan benévolos con los defectos de la gente.

(Pàg. 189)
En Broadway hacía una tarde luminosa y el aire enrarecido permanecía casi inmóvil bajo el plúmbeo sol, y había pisadas en el serrín que alfombraba el umbral de carnicerías y fruterías. Y la inmensa, la gran multitud, el inacabable flujo de millones de seres de toda raza y especie seguía su curso, apretadamente, gente de todas las edades, de toda condición, poseedora de todos los secretos humanos, antiguos y futuros, y en cada rostro la quintaesencia de un afán particular: trabajo, gasto, lucho, pienso, amo, insisto, retengo, cedo, envidio, ansío, desprecio, muero, escondo, quiero.

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