Cuentos de soldados y civiles - Ambrose Bierce




"Hay sonidos sin nombre, formas sin sustancia, translaciones en el espacio de objetos que no hemos visto moverse (...)".






Bierce, Ambrose. Cuentos de soldados y civiles.
Barcelona: Laertes, 2010

Tales of soldiers and civilians. Traducció d’Emili Olcina.



 Què en diu la contraportada...
Los paisajes y situaciones de esta obra son batallas, escaramuzas, ejecuciones, guardias nocturnas, en los cuentos de “soldados”, y, en los “de civiles”, campamentos de buscadores de oro, duelos, crímenes, enfrentamientos tanto a fieras como a las fantasmagorías que acechan a quienes se enfrentan a las desolaciones de los bosques y desiertos de los millones de kilómetros cuadrados sobre los cuales se desarrolla la expansión colonizadora hacia el Oeste. Los relatos ofrecen, pues, una gran diversidad dentro de la coherencia de un conjunto narrativo que se erige, al mismo tiempo que en un formidable testimonio literario de la historia norteamericana, en una de las grandes obras maestras de la literatura de todo sitio y tiempo (...).

 Com comença...
Una tarde soleada de otoño del año 1861, un soldado estaba tendido en un bosquecillo de laureles al lado de un camino de Virginia occidental. Estaba tendido boca abajo cuan largo era, con los pies descansando sobre el dedo gordo y la cabeza en el antebrazo izquierdo. Su mano derecha extendida sujetaba blandamente el fusil. De no ser por la disposición un tanto metódica de sus extremidades y un leve movimiento rítmico de la cartuchera detrás del cinturón, se hubiera podido pensar que estaba muerto. Dormía en su puesto. Pero si lo descubrían no tardaría en estar muerto, siendo la muerte el castigo justo y legal de su delito.
Un jinete en el cielo.

 Moments...
(Pàg. 32)
El capitán estaba cruzado de brazos y permanecía en silencio, observando el trabajo de sus subordinados sin hacer ningún gesto. La muerte es una personalidad cuya llegada, cuando es anunciada, debe ser acogida con solemnes manifestaciones de respeto, incluso por quienes están más familiarizados con ella. En el código de etiqueta militar, el silencio y la inmovilidad son formas de deferencia.
Un incidente en el puente de Owl Creek

(Pàg. 41) 
Una soleada tarde de otoño, un niño se alejó de su tosca casa situada en un pequeño campo y entró en un bosque sin ser visto. Se sentía feliz por la sensación nueva de estar libre de control, feliz por la oportunidad para la exploración y la aventura; y es que el espíritu del niño, en cuerpos de antepasados, se había habituado, a lo largo de miles de años, a actos memorables de descubrimiento y conquista, a victorias en batallas cuyos momentos críticos duraban siglos, y en las que los campamentos de los vencedores eran ciudades talladas en la roca. Su raza, desde la cuna, se había abierto paso a través de dos continentes y, cruzando un gran mar, había penetrado en un tercero, recibiendo en él la guerra y el dominio como herencia.
Chickamauga.

(Pàg. 50)
El soldado no llega nunca a familiarizarse del todo con la idea que sus enemigos son hombres como él mismo; no puede librarse de la sensación de que son seres de otro orden, condicionados de otro modo en un entorno que no acaba de ser el del planeta tierra. Sus más ínfimos vestigios atraen la atención y despiertan el interés. Las cosas del enemigo se conciben  como inaccesibles y, si se les puede echar un vistazo imprevisto, parecen más lejanas y, por lo tanto, de mayor tamaño, de cómo son realmente –como objetos en una niebla. De algún modo, se les tiene miedo.
Un hijo de los dioses.

(Pàg. 89)
A aquel para quien la conspiración portentosa de la noche, la soledad y el silencio en el corazón de un gran bosque no se aun experiencia desconocida no hace falta que le digan hasta qué punto todo eso es otro mundo; hasta qué punto los objetos más comunes y familiares adquieren un nuevo carácter. Los árboles se agrupan de un modo distinto: se acercan unos a otros, como si tuviesen miedo. El silencio mismo tiene una cualidad que no es la del silencio diurno. Y en todas partes hay susurros medio audibles... susurros que sobresaltan... fantasmas de sonidos muertos desde hace mucho. Hay también sonido vivos, sonidos que no se oyen nunca en otras condiciones: notas de extraños pájaros nocturnos, chillidos de animalejos que topan de repente con enemigos furtivos, o lo sueñan; un leve crujido entre las hojas muertas... quizá sea el salto de una rata de bosque, quizá la pisada de una pantera. ¿Qué ha roto aquella ramita?... ¿Qué ha causado ese removerse alarmado entre los pájaros ocultos en la maleza? Hay sonidos sin nombre, formas sin sustancia, translaciones en el espacio de objetos que no hemos visto moverse, movimientos en los que no se observa que nada cambie de sitio. ¡Ay, hijos de la luz del sol y de la luz de gas! ¡Qué poco sabéis del mundo en que vivís!
Una dura pelea.

(Pàg. 99)
No había modo de malinterpretar aquella mirada; con demasiada frecuencia la había visto el capitán en los ojos de hombres cuyos labios todavía conservaban la capacidad de pedir la muerte. Consciente o inconscientemente, aquel palpitante fragmento de ser humano, aquel prototipo y ejemplo de un sentir exacerbado, aquel compuesto de hombre y bestia, aquel humilde Prometeo sin heroísmo, imploraba la totalidad, la integridad, el absoluto del no-ser, el regalo del olvido. Tanto a la tierra como al cielo, a los árboles, al hombre, a lo que fuese que tuviera para él una forma en significado o en conciencia, aquel sufrimiento encarnado dirigía la misma súplica silenciosa.
Sí: ¿qué quería? Quería eso que concedemos incluso al más bajo de los animales, desprovisto de raciocinio para pedirlo, y que solo rehusamos a los desgraciados de nuestra propia raza: la bendita liberación, el rito más extremo de la compasión, el  coup de grâce.
El coup de grâce.

(Pàg. 103)
-(...) ¡Pero hombre, por Dios santo! ¿Es que pretende ir a la muerte sin nada más que chistes en los labios? El asunto es serio, ¿no le parece?
-¿Cómo voy a saberlo? No he estado muerto en toda mi vida. He oído decir que la muerte es un asunto serio, pero no se lo he oído a nadie que haya pasado por ella.
El general permaneció en silencio unos momentos. Aquel hombre lo interesaba, tal vez lo divertía... Era un tipo de hombre con el que nunca antes se había encontrado.
-La muerte –dijo el general- es, cuando menos, una pérdida... la pérdida de la felicidad que tenemos, y de las oportunidades para conseguir más.
-Una pérdida de la que no tendremos nunca conciencia puede soportarse con serenidad y , por lo tanto, esperarse sin miedo. Ya habrá usted observado, general, que, entre todos los muertos con que ha tenido usted el placer militar de sembrar su camino, ninguno da señales de nostalgia.
-Aunque el estar muerto no sea una condición que pueda ser lamentada, en paso a ella, en cambio... el acto de morir... parece ser claramente desagradable para alguien que no ha perdido la capacidad de sentir.
-El dolor es desagradable, sin duda. Siempre que lo siento me lo paso más o menos mal. Pero el que vive más tiempo está más expuesto a él. Lo que usted llama morir es, simplemente, el último dolor...(...).
Parker Adderson, filósofo.

(Pàg. 104)
-(...) Puede usted ahorcarme, general, pero ahí termina su capacidad para perjudicarme. No puede usted condenarme al cielo.
Parker Adderson, filósofo.

(Pàg. 160)
El dolor es un artista de capacidades tan diversas como los instrumentos con los que interpreta sus cantos fúnebres, sacando de algunos las notas más agudas, más chirriantes, de otros los acordes bajos y graves que laten incesantemente como el redoble de un tambor lejano. A ciertas naturalezas, las sobresalta; a otras las entumece.
La ventana condenada.

(Pàg. 221)
Un ejército en línea de batalla a la espera de recibir un ataque, o preparado para lanzarlo, presenta extraños contrastes. En el frente hay precisión, formalidad, fijeza, y silencio. Yendo hacia atrás, esas características son cada vez menos aparentes, y al final, en términos espaciales, se pierden completamente en la confusión, el movimiento y el ruido. Lo homogéneo se hace heterogéneo. La definición está ausente; el reposo es reemplazado por una actividad aparentemente sin objeto; la armonía se desvanece en el jaleo, la forma en el desorden. Conmoción en todas partes e intranquilidad incensante. Los hombre que no combaten no están nunca preparados.
Un oficial, un soldado.

(Pàg. 248)
Cuando un hombre opta por desempeñar el papel de un asesino en potencia, no tiene derecho a escoger su público.
Una aventura en Brownville.

(Pàg. 257)La sociedad había emitido su veredicto, y entre el señor Gilson y la eternidad solo se interponía la decorosa formalidad de un juicio.
El famoso legado Gilson.

(Pàg. 262)¡(...) el sol se puso en una región en la que el sentido moral había muerto, la conciencia social estaba encallecida, la capacidad intelectual enanizada, debilitada y confundida!
El famoso legado Gilson

 Altres n'han dit...
Vicens Pagès, LaertesEl carnaval de Wolfville, Acabo de leer y me gusta.

 Enllaços:
Ambrose Bierce, context de l'obra, la guerra de Secessió americana, Bierce soldat,

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