La rebelión de los ángeles - Anatole France


"Llueven ángeles sobre París (...)."








France, Anatole. La Rebelión de los Ángeles. 
Madrid: Valdemar, 1995

La Révolte des Anges. Traducció de Juan L. González i Agustín Izquierdo.
Col·lecció El club Diógenes, 30
 


 Què en diu la contraportada...
Narrada con delicioso estilo e ironía venenosa, La Rebelión de los Ángeles nos sitúa en el centro de la más audaz y quimérica de las empresas imaginables: destronar al anciano y todopoderoso soberano: el Dios de la mitología judeocristiana, el tirano del universo, el cruel Ialdabaoth. La acción comienza en la biblioteca de los Esparvieu, donde la plácida rutina diaria de su conservador se ve interrumpida por una serie de misteriosos desórdenes y extrañas desapariciones, que nos conducen hasta los ambientes revolucionarios del París de principios de siglo. Sin necesidad de recurrir a fantasmas esotéricos, Anatole France logra una espléndida y divertida metáfora sobre la eterna lucha entre el bien y el mal, dando vida simplemente a los viejos espíritus familiares de la teología cristiana.

 Com comença...
Capítulo I – Que contiene en pocas líneas la historia de una familia francesa desde 1789 hasta nuestros días.

El palacete Esparvieu levanta sus tres plantas austeras a la sombra de Saint-Suplice, entre un patio verde de musgo y un jardín recortado año tras año por edificios cada vez más altos y más próximos, y en el que dos grandes castaños elevan ahora sus copas marchitas. Allí fue donde vivió, de 1825 a 1857, el prohombre de la familia, Alejandro Bussart Esparvieu, vicepresidente del Consejo de Estado en el Gobierno  de Julio, miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, y autor del Ensayo sobre las instituciones civiles y religiosas de los pueblo, en tres volúmenes en octavo, obra desgraciadamente inacabada.

 Moments...
(Pàg. 34)
- No hay nada comparable a los primitivos que han entrevisto el cielo. La belleza no se encuentra más que en el periodo comprendido entre el siglo XIII y el XV. La antigüedad, la impura antigüedad, que renovó su perniciosa influencia en los espíritus del siglo XVI, inspiró a los poetas y a los pintores, ideas criminales e imágenes impúdicas, horribles indecencias, cochinadas. Todos los artistas del Renacimiento fueron unos cerdos, sin exceptuar a Miguel Ángel.

(Pàg. 46) 
Una mañana, a las cinco, mientras se buscaba las llaves en los bolsillos ante la puerta del pabellón, percibió claramente una voz que susurraba:
- Conocimiento, ¿adónde me conduces? ¿Adónde me arrastras pensamiento?
Pero cuando registró las dos habitaciones y no vio a nadie, pensó que le habían zumbado los oídos.

(Pàg. 60)
- (...) ¡Hombre, presta atención! ¡Mujer, escucha mi voz! Os voy a revelar un secreto del que depende la suerte del universo. Me he levantado contra Aquél que consideráis el Creador de todas las cosas visibles e invisibles; estoy planeando la rebelión de los ángeles.
- No bromee –dijo Mauricio, que era creyente y no soportaba que se jugara con las cosas sagradas.

(Pàg. 63)
- (...) He penetrado en las antigüedades orientales, en Grecia y Roma; he devorado a los teólogos, filósofos, físicos, geólogos y naturalistas. Me he instruido, he reflexionado y he perdido la fe.
- ¿Cómo? ¿No crees en Dios?
- Creo en Él, ya que mi existencia se subordina a la suya; y si Él no existiera, yo mismo caería en la nada. Creo en Él como los silenos y las ménades creían en Dionisos, y por las mismas razones. Creo en el Dios de los judíos y los cristianos. Pero niego que haya creado el mundo; como mucho, ha organizado una pequeña parte, y todo lo que ha tocado, lleva la marca de su espíritu improvisador y brutal. No creo que sea eterno ni infinito, pues es absurdo concebir un ser que no tiene fin ni en el espacio ni en el tiempo. Le considero limitado, e incluso muy limitado. Tampoco creo que sea el Dios único; durante mucho tiempo ni él mismo lo creyó; en un principio fue politeísta. Más tarde, su orgullo, acompañado por el halago de sus aduladores, lo convirtieron  en monoteísta. Es poco persistente en sus ideas; y menos poderoso de lo que se piensa. Y para decirlo todo: tiene menos de dios que de demiurgo ignorante y vano. Aquellos que, como yo, conocen su verdadera naturaleza, le llaman Ialdabaoth.
- ¿Cómo dices?
- Ialdabaoth.
- ¿Qué es eso de Ialdabaoth?
- Te lo voy a decir: es el demiurgo que, en vuestra ceguera, adoráis como el dios único.
- Tú estás loco. Te  aconsejo que no se te ocurra ir con semejantes patrañas al abate Patouille.
- No pretendo, querido Mauricio, penetrar las tinieblas que embrutecen tu inteligencia. Debes saber únicamente que me propongo combatir a Ialdabaoth con la esperanza de vencerle.
-  No lo conseguirás, creeme.
- Lucifer hizo vacilar su trono, y por un momento la victoria estuvo incierta.
- ¿Cómo te llamas?
- Abdiel para los ángeles y los santos; Arcadio para los hombres (...).

(Pàg. 67)
- (...) Éste es el milagro del genio griego: haber sabido crear monstruos armoniosos. Los griegos no se equivocaban nunca; los modernos yerran constantemente .

(Pàg. 86) 
Istar acogió cordialmente a su hermano Arcadio, le felicitó por haber roto con el partido del crimen y le informó del descenso de unos cincuenta hijos del cielo, que ahora formaban, cerca de Val-de-Gràce, una colonia impregnada del mejor espíritu.
- Llueven ángeles sobre París –dijo, riendo-. Todos los días, algún dignatario del sagrado palacio nos cae en la cabeza, y dentro de poco, el Sultán de las Nubes no tendrá más visires y guardias que esos culitos desnudos de sus pajareras.
Acunado por noticias tan felices, Arcadio se durmió rebosante de alegría y esperanza.

(Pàg. 89)
- (...) te imaginas que los hombres y los ángeles son capaces de comprender, cuando no están hechos más que para sentir. Debes saber que no se obtiene nada de ellos dirigiéndose a su inteligencia; hay que apelar a sus interés y sus pasiones.

(Pàg. 97)
- (...) Tú eres cristiano. Un cristiano no se deja seducir por vanas apariencias. La fe la guarda contra las seducciones de lo maravilloso: un cristiano deja la credulidad para los librepensadores. ¡Esos sí que son gente crédula, los librepensadores! No hay patraña que no se traguen. Pero el cristiano lleva un arma que disipa las ilusiones diabólicas: el signo de la cruz. Tranquilízate, Mauricio, no has perdido tu ángel custodio  (...).

(Pàg. 98)
- (...) Llegué, y por un arte ignorado por casi todos los ángeles, supe hacerme un cuerpo que, cambiando según mi deseo de edad y sexo, me permitió conocer las fortunas más diversas y sorprendentes. Cien veces tuve una posición ilustre entre los señores del tiempo, los reyes del oro y los príncipes de los pueblos. No te revelaré, Arcadio, los nombres famosos que tenía; basta con que sepas que dominaba, gracias a las ciencias, a las artes, al poder, a la riqueza y a la belleza, en todas las naciones del mundo. .

(Pàg. 112)
El barón Everdingen les gritó que eran unos descerebrados, que no tenían un duro, que era demente y criminal combatir la cosa más admirable del mundo, la que hace la tierra más bella que el cielo: las finanzas.

(Pàg. 119)
- (...)  Compañeros –nos dijo-, tenemos que felicitarnos y alegrarnos, pues estamos aquí, libres de la servidumbre celeste. Somos libres, y más vale la libertad en el infierno que la esclavitud en el cielo. No hemos sido derrotados todavía, puesto que nos queda la voluntad de vencer. Gracias a nosotros el Trono del Dios celoso se ha tambaleado, gracias a nosotros se derrumbará.

(Pàg. 132)
Es tal la mediocridad de la mayor parte de los hombres, que apenas sacan consecuencias de los principios que se les inculcan.

(Pàg. 145)
(...) confieso que la independencia de pensamiento es la forma de aristocracia más elevada.

(Pàg. 147)
(...) los hijos del Siglo, hundidos en el desorden más lamentable, concibieron un cristianismo pintoresco y literario, que revela una debilidad de espíritu realmente increíble y al final cayeron en el romanticismo. ¡La guerra y el romanticismo, azotes espantosos!

(Pàg. 172)
- (...) Compañeros –dijo-, queréis la victoria; es un deseo natural. Pero tenéis que estar podridos por la literatura y la poesía para pedírsela a la guerra. La idea de hacer la guerra sólo puede meterse en el cerebro de burgueses embrutecidos o de románticos retrasados. ¿Qué es la guerra? Una mascarada burlesca ante la que se exalta estúpidamente el lirismo de los guitarristas patriotas.

(Pàg. 178)
- (...) la religión es necesaria.
- La moral pretendidamente revelada –replicó el ángel- se inspira en realidad en el empirismo más grosero. El uso regula las costumbres. La que prescribe el cielo no es más que la consagración de los viejos hábitos. La ley divina, promulgada con auxilio de la pirotecnia en algún Sinaí, no es más que la codificación de los prejuicios humanos (...).

(Pàg. 196)
- ¿Usted ha estudiado el pragmatismo?
- ¡En absoluto! En otro tiempo fui un frívolo y me interesaba por la metafísica. Leía a Hegel y a Kant. Con la edad me he ido haciendo serio y no me intereso más que por las reformas sensibles, por aquello que puede captar el ojo o el oído humano. El arte es todo el hombre. El resto no es más que ensueño.

(Pàg. 206)
- (...)¡Ah Arcadio! Qué razón tenía al desconfiar de ti. No eres más que un intelectual; sólo te interesas por las curiosidades. Eres incapaz de actuar.

(Pàg. 232)
Y Satán se hizo coronar Dios. Apóstoles, pontífices, vírgenes, mártires, confesores y todo el pueblo elegido se apretaban sobre las murallas resplandecientes de la Jerusalén celeste, que durante el combate había disfrutado de una paz deliciosa y se regocijaban con júbilo infinito ante el espectáculo de la coronación. Los elegidos vieron sobrecogidos al Más Alto precipitado en los infiernos y a Satán sentado en el trono del Señor. Obedientes a la voluntad de Dios, que les había prohibido el dolor, cantaron al modo tradicional las alabanzas del nuevo Maestro.

 Altres n'han dit...
Os voy a dar yo caféCiencia Ficcion (F. José Suñer), Inmediatika, Mangialibri.

 Enllaços: 
Anatole France, candidat a la llista de Llibres Prohibits per l'Esglèsia, destructor d'ídolscontext, forma i estil, obres clau, revisió angelical, Ialdabaoth, d'àngels custodis i d'altres menes.

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