El vizconde demediado - Italo Calvino



Calvino, Italo. El vizconde demediado
Barcelona: Bruguera, 1979





Il visconte dimezzato
Traducció: Francesc Miravitlles
Col.lecció: Libro amigo 1502/644


>> Què en diu la contraportada...
El vizconde Medardo de Torralba viene a quedar partido en dos de resultas de un cañonazo; ambas mitades sobreviven... Pero además de este suceso, ya de por sí notabilísimo, también el espíritu del vizconde queda partido por el eje. Una de las mitades es malvada a más no poder; la otra, en cambio, es de una bondad rayana en la estupidez. Así escindido, Medardo de Torralba ya no es un hombre, aun cuando sus dos fracciones aspiran desesperadamente a unirse nuevamente para ser, como antes, persona.
Con originalidad y penetración inimitables, Italo Calvino riza el rizo de un tema eterno y siempre renovado: el del Bien y el Mal, complementarios y opuestos en la naturaleza humana. Y consigue, además, narrar una espléndida fábula sin moraleja en la que la humanidad contemporánea tiene forzosamente que reconocerse.

>> Com comença...
Había una guerra contra los turcos. El vizconde Medardo de Terralba, mi tío, cabalgaba por la llanura de Bohemia hacia el campamento de los cristianos. Le seguía un escudero de nombre Curcio. Las cigüeñas volavan bajas, en blancas bandadas, atravesando el aire opaco e inmóvil.
-¿Por qué tantas cigüeñas? - preguntó Medardo a Curcio-, ¿a donde vuelan?
Mi tío era un recién llegado, habiéndose enrolado hacía muy poco, para complacer a ciertos duques vecinos nuestros comprotidos en aquella guerra. Se había provisto de un caballo y de un escudero en el último castillo en poder de los cristianos, e iba a presentarse al cuartel imperial.
- Vuelan a los campos de batalla -dijo el escudero, lúgubre-. Nos acompañarán durante todo el camino.
El vizconde Medardo había aprendido que en aquel país el vuelo de las cigüeñas es señal de buena suerte; y quería mostrarse contento de verlas. Pero se sentía, a pesar suyo, inquieto.
- ¿Qué es lo que puede llamar a las zancudas a los campos de batalla, Curcio? -preguntó.
- Ahora también ellas comen carne humana -contestó el escudero-, desde que la carestía ha marchitado los campos y la sequía ha resecado los ríos. Donde hay cadáveres, las cigüeñas y los flamencos y las grullas han sustituido a los cuervos y los buitres.
Mi tío estaba entonces en su primera juventud: la edad en que los sentimientos se abalanzan todos confusamente, no separados todavía en mal y en bien; la edad en que cada nueva experiencia, aun macabra e inhumana, siempre es temerosa y ardiente de amor por la vida.

>> Moments...
(Pàg. 81)
- Si pudieran partirse todas las cosas enteras... -dijo mi tío tendido boca abajo sobre el escollo, acariciando aquellas convulsas mitades de pulpo-, si cada uno pudiera salir de su obtusa e ignorante integridad...Estaba entero y todas las cosas eran para mí naturales y confusas, estúpidas como el aire; creía que lo veía todo y no era más que la corteza. Si alguna vez te conviertes en la mitad de ti mismo, y te lo deseo , chico, comprenderás cosas más allá de la común inteligencia de los cerebros enteros. Habrás perdido la mitad de ti y del mundo, pero la mitad que quede será mil veces más profunda y preciosa.

(Pàg. 89)
(...) Cada encuentro de dos seres en el mundo es un despedazarse.

(Pàg. 117)
- Oh, Pamela, esto es lo bueno de estar partido: el comprender de cada persona o cosa del mundo la pena que cada uno y cada una tienen por su propia incompletez. Yo estaba entero y no entendía, y me movía sordo e incomunicable entre los dolores y las heridas sembrados por todas partes, allí donde uno, entero, menos se atreve a creer. No sólo yo, Pamela, soy un ser dividido y desarraigado, sino también tú y todos.

(Pàg. 136)
Y al carpintero le venía el pensamiento que construir máquinas buenas estaba más allá de las posibilidades humanas, mientras que las únicas que realmente podían funcionar en la práctica y con exactitud eran los patíbulos y las de aplicar tormentos.

(Pàg. 137)
-¿Esta máquina qué es, maestro? -le pregunté.
- Una horca para ahorcar de perfil -dijo.
- ¿Y para quién la habéis construido?
- Para un solo hombre que condena y es condenado. Con media cabeza se condena a sí mismo a la pena capital, y con la otra mitad entra en el nudo corredizo y exhala el último suspiro.

(Pàg. 155)
El alba era verdusca; en el prado los dos sutiles duelistas negros estaban firmes con las espadas prontas. El leproso hizo sonar el cuerno: era la señal; el cielo vibró como una membrana tensa, los lirones en sus madrigueras hundieron las uñas en la tierra, las urracas sin sacar la cabeza de debajo del ala se arrancaron una pluma de la axila produciéndose dolor, y la boca la lombriz comió su propia cola, y la víbora se mordió con sus dientes, y la avispa rompió su aguijón en la piedra, y cada cosa se volvía contra sí misma, la escarcha los charcos de helaba, los líquenes se volvían piedra y las piedras líquenes, la hoja seca se volvía tierra, y la resina espesa y dura mataba sin salvación los árboles. Así el hombre se lanzaba contra sí mismo, con ambas manos armadas con una espada.

>> Altres han dit...
Apostillas literarias, Papel en blanco



>> Enllaços
Italo Calvino, Els nostres avantpassats, contextualització del Bé/Mal, l'ànima, la maldat, la globalització de la maldat, el Bé i el Mal.

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