Zazie en el metro - Raymond Queneau



" (...) Claro que con los niños ya se sabe. No tienen corazón."








Queneau, Raymond. Zazie en el metro. 
Barcelona: Marbot, 2011. 

Zazie dans le métro. Traducció de Fernado Sánchez Dragó
Col·lecció Marbot ficción



  Què en diu la contraportada...
La pequeña Zazie va a visitar a su tío Gabriel en París. Poco se imagina el lector la de cosas que puede deparar esta sencilla y nada memorable anécdota. Una novela que marcó una época por su lenguaje y su frescura, y que dio pie a una película también célebre de Louis Malle.

 Com comença...
Peroquienapestasí, se preguntó Gabriel, crispado. Te pongas como te pongas, no se lavan jamás. El periódico dice que en París no llegan al 11 por 100 los pisos con cuarto de baño, y no es que la cosa me sorprenda, pero uno puede lavarse de mil formas. Ninguno de estos debe de hacer grandes esfuerzos. Claro que tampoco hay motivo para suponer que los han escogido entre los más guarros de París. Están aquí por casualidad.

 Moments...
(Pàg. 12)
- ¡(...) Ah París! –exclama en tono conciliador- ¡Hermosa ciudad! Mira a tu alrededor. ¿No te parece bonito?
Me la suda –dice Zazie-. Lo único que me interesaba era ir en metro.

(Pàg. 22)
(...) A ver... ¿Por qué quieres hacerte maestra?
Para jorobar a las niñas –contestó Zazie-. A todas: a las que tengan mi edad dentro de diez años, dentro de veinte, dentro de cincuenta, dentro de cien, dentro de mil. Siempre habrá alguna a la que hacer la puñeta.

(Pàg. 34) 
(...) ¿Qué quería que le hiciese?
El ama de casa repite los pormenores zázicos en la oreja del curioso.
-¡Cáspita! –dice este-. Jamas hubiera pensado en ello.
Y repite, meditabundo.
Jamás...
Luego se vuelve hacia otro mirón:
Escuche esto...(pormenores). ¿No le parece increïble?
Verdaderamente hay por el mundo cerdos como catedrales –comenta el interpelado.
Los pormenores, mientras tanto, corren de boca en boca. Una mujer dice:
No lo entiendo.
El espontáneo de turno se lo explica. Saca un papel del bolsillo y dibuja algo con un bolígrafo.
Ya caigo –dice pensativamente la mujer. Y añade:
¿Es práctico?
Se refiere al bolígrafo.
Dos expertos discuten:
Yo –declara uno- he oído decir que...(pormenores).
No me sorprende lo más mínimo –contesta el otro-. Sé de buena tinta que... (pormenores).
Una tendera, abandonando el mostrador arrastrada por la curiosidad, dice confidencialmente:
¿Y qué diría usted si le contara que mi marido, mi propio marido, tuvo una vez la ocurrencia de que...? (pormenores). ¿Usted sabe de dónde se había sacado eso? Pues yo tampoco.
Quizá en alguna revista pornogràfica –sugiere alguien.
Quizá. De todos modos yo le dije a mi marido, a mi propio marido, quieres que...?  (pormenores). ¡Pues anda y que te ondulen! (gesto). Esa fue mi reacción. Búscate un moro, le dije, si eso te gusta, pero no me enredes en tus viciosidades. Ahí tiene lo que le dije a mi marido, a mi propio marido, cuando me vino con la monserga de que.. (pormenores).
Aprobación general.

(Pàg. 70)
(...) ¿Te quedas a comer con nosotros?
¿No habíamos quedado en eso?
Me limito a recordártelo.
No tienes por qué recordármelo. No se me había olvidado.
Entonces te quedas a comer con nosotros –concluye Gabriel, empeñado en decir la última palabra.

(Pàg. 83)
(...) ¿cómo se llama?
Gridoux –contestó ingenuamente Gridoux.
¿Cómo sabe su nombre de memoria?
Pues es verdad –murmuró Gridoux.
Pero en mi caso lo peor es que tampoco sé si alguna vez he tenido nombre.
¿Nombre?
Nombre.
No es posible –murmuró Gridoux, abrumado.
Posible, posible, ¿qué significa esa palabra cuando, sencillamente, es así?

(Pàg. 87)
(...) en lo referente a Gabriel no es verdad lo que el fulano decía.
¿Qué és hormosexual? Pero, ¿qué significa eso? ¿Que se perfuma?
Exactamente. Lo has comprendido.
Por eso no se mete a nadie en la cárcel.
Claro que no.

(Pàg. 91) 
Ser o no ser, he aquí el problema. Subir, bajar,ir,venir, tanto se mueve el hombre que por fin desaparece. Un taxi se lo lleva, un metro lo arrebata y ni el Panteón ni la Torre se preocupan por ello. París es una ilusión; Gabriel, solo un sueño (delicioso); Zazie, el sueño de una ilusión (o de una pesadilla). Y toda esta historia, el sueño de un sueño, la ilusión de una ilusión, apenas nada más que un delirio tecleado por un novelista idiota (¡oh! Perdón). Allá abajo, más allá –algo más allá- de la Plaza de la República, las tumbas rebosan de parisinos que alguna vez existieron, que subieron y bajaron escaleras, que fueron y vinieron por las calles, y que tanto se agitaron que al final desaparecieron. Un fórceps los trajo, un coche fúnebre se los lleva y la Torre se oxida y el Panteón se agrieta antes que los huesos de los cadáveres, demasiado presentes, se disuelvan en el humus de la ciudad empapada de afanes (...).

(Pàg. 101)
(...) Su concepto de la educación debe de ser algo extraño –dijo la señora.
La educación me la suda –comentó Zazie.
Para convencerse de ello no tiene usted más que oírla hablar (gesto). ¡Es de una grosería inadmisible! –dijo la señora dando muestras de vivo disgusto.
¡Métase en sus bragas! –dijo Gabriel-. Tengo ideas propias en materia de educación.
¿Cuáles? –preguntó la señora, colocando el susodicho indumento en el banco, al lado de Gabriel.
Ante todo, comprensión.

(Pàg. 130)
Habían llegado a la altura de unos ultramarinos al por mayor y detalle. Enfrente, en la otra acera del bulevar de sentido único, una farmacia no menos mayorista y no menos detallista derramaba sus luces verdes sobre una muchedumbre ansiosa de manzanilla y de fuagrás casero, de caramelos para la tos y de antídotos para el semen, de gruyer y de ventosas... La muchedumbre, por lo demás, empezaba ya a disolverse debido a la proximidad aspiratoria de las estaciones.

(Pàg. 151)
(...) no estoy yo tan segura de que nosotros comprendamos lo que creemos comprender.
¿Comocomo? –preguntó Turandot.
La vida, por ejemplo. A veces parece un sueño.
Son cosas que se dicen cuando uno va a casarse.
Y Turandot descargó una sonora palmada sobre el muslo de Charles, con grave riesgo para los tripulantes del taxi.
¡Estate quieto! –dijo Charles.
No –dijo Madeleine-, no es por eso, no pensaba solo en el matrimonio, sino así, en general.
Es el único sistema –dijo Gridoux dándoselas de entendedor.
¿El único sistema para qué?
Para lo que has dicho.
(Silencio.)
¡Qué asco de vida! –exclamó Madeleine (suspiro).
No es para tanto –dijo Gridoux-, no es para tanto.

(Pàg. 157)
(...) de algo hay que vivir, ¿no es cierto? ¿Y de qué se vive? Yo se lo pregunto. Del cuento, claro está (al menos en parte, me atrevería a decir, y también se muere), pero se vive sobre todo y de forma harto más rotunda gracias a ese sustantífico tuétano que llamamos pasta. Este producto melifluente, sápico y poligénico se evapora con la mayor facilidad, pese a tener que ganarlo con el sudor de la frente, al menos en lo que respecta a los explotados de esta tierra a la que pertenezco, el primero de los cuales se llamaba Adán, individuo sometido a la tiranía de los Elohim, como todo el mundo sabe. Aunque su enchufe en el Edén no parezca oneroso a primera vista para ellos desde la perspectiva de los hombres de hoy, lo cierto es que lo enviaron a las colonias a destripar terrones para plantar pomelos, mientras ellos prohibían a los hipnotizadores prestar ayuda a su media costilla parturienta y obligaban a los oficios a tomar las de Villadiego. Pamplinas, bagatelas y bibladas de los huevos. Sea como fuere he lubrificado la juntura de mis rodillas con el susodicho sudor de mi frente y así es como edénica y adánicamente me gano el mendrugo cotidiano. Dentro de unos instantes van a verme en acción, pero ojo con equivocarse, porque ante ustedes no se desarrollará un simple esliptís, sino Arte con mayúscula (...).

(Pàg. 169)
Durante unos instantes meditó sobre la fragilidad de las cosas humanas y sobre cómo los proyectos de los ratones no suelen realizarse más de lo que se realizan los proyectos de los antropoides. Inmediatamente después se puso a envidiar –pero solo unos instantes. No hay que exagerar- la suerte de aquellos desheredados de la fortuna... Desheredados, pero también liberados del peso de las servidumbres sociales y de las convenciones del mundo. Trouscaillon suspiró.

(Pàg. 184)
(...) Usted es una buena persona –dice la viuda Mouque-. No como ella (gesto). Claro que con los niños ya se sabe. No tienen corazón.
Vació el vaso y le hizo un expresivo gesto a Gabriel para que volviera a llenarlo.
Ya está soltando paridas –comenta débilmente Zazie.
Puf –dice Gabriel-. ¿Y eso qué importa? ¿No es verdad, vejestorio? –añade dirigiéndose a la interesada.
Sí, usted es muy bueno –dice esta-. No como ella. Claro que con los niños ya se sabe. No tienen corazón.

(Pàg. 197)
(...) Tengo que darme prisa.
Se demoró, sin embargo, unos instantes para contemplar a su maromo, que roncaba completamente desnudo. Lo miró al por mayor y, luego, al detalle, analizando con laxitud y sosiego el objeto que tan ocupada la había tenido durante un día y dos noches, y que en aquel momento se parecía más a un rorro después de su ración de teta que a un granado granadero.

  Altres n'han dit...
Llegint la vidaClàssics i jovesTuli Màrquez, La llar del llibreUn libro al día, Solo de libros, Efeeme, La antigua BiblosLibros en estéreo, Complete Review, Pep Grill.

  Enllaços:
Raymond Queneau, algunes respostes a algunes preguntesl'autor sobre la seva novel·la, literatura lúdical'adaptació de Loui Malle.

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